Pensamiento Sistémico para la Toma de Decisiones
Todas las mañanas sin
excepción, “Laura” se enfunda en unos mallones de likra con estampado de jeans,
una playera gris oscura talla extra-grande, una pinza en el cabello y sale a
dejar a la escuela a sus dos hijos pequeños. Se da cuenta de que algunas madres
la miran al pasar pero siempre piensa “a
mí no me importa lo que los demás piensan de mí, no salgo a hacer amistades
aquí”. Está muy ocupada pensando en su matrimonio fallido, en como
solventar las cuentas sola, y en apurarse para llegar a su empleo como Gerente
de Marca en una tienda departamental. Un día después de dejar a sus hijos se da
cuenta que el grupo de madres la ve, se junta hacia un lado y le saca la
vuelta. Su curiosidad la interrumpe el llamado de la secretaria “Señora Laura,
¿Puede venir un momento?”. Cuando sale la noticia que lleva es que ya no
formará parte de la mesa de padres de familia y no podrá tomar decisiones sobre
asuntos que afectan académicamente a sus hijos.
Lo que Laura no sabe es que las
madres de familia empezaron comentando que era una persona desaliñada y
descuidada, situación que ellas deducen, pudo ser la razón de su divorcio.
Otras le añadieron que seguramente su vida era un desastre. Una más no se
contuvo y le prohibió a su hermano, en edad casadera, que la considerara una
posible candidata porque el comentó que “había algo en ella que le llamaba la
atención”. Dos más le dijeron a la directora que una persona así no podía ser
buena consejera en la mesa de padres de familia. “Alejandro” viene de una familia de matrimonios sólidos y duraderos. Sin embargo a sus 44 años lleva 3 de divorciado y ni una sola cita. Desesperado por su situación empieza a hacerse de amistades que le propicien situaciones para conocer posibles parejas. Sale con una, con otra, gastando e invitando sin cesar. Una de las seleccionadas de 32 años acepta salir con el más de una vez. Alejandro está feliz. A la 3ª cita le ha pedido que sea su novia y ella aceptó. Él lo publica en su Facebook. Se toman fotos en la calle, en el restaurante, en la oficina, viendo la tele, paseando. A los 3 meses de novios le pide que se case con él. La renuencia y dudas de ella se borran ante el enorme anillo que le pone enfrente. Ella siempre ha soñado con ser la princesa el día de su boda. Después de casarse empiezan las diferencias de opiniones, de gustos por la diferencia de edades, de intereses, de prioridades. Ella quiere dos hijos y el ya está operado. El quiere que ella se quede en casa pero ella quiere hacer carrera en el área de Administración que fue lo que estudió. Al poco tiempo Alejandro nuevamente se queda solo.
Dos Historias diferentes pero con cosas en común. Casi siempre tomamos
decisiones apresuradas pensando que todo va a quedar en el primer plano, sin
consecuencias. Muchas veces al tomar decisiones nos dejamos llevar por las
ideas fijas que tenemos arraigadas porque nuestras familias nos las inculcaron,
por el circulo social en que nos desenvolvimos, por ego o porque las escuchamos
en algún sitio y nos parecieron adecuadas.
El pensamiento sistémico nos
muestra que cada acto que realizamos tiene una repercusión. Nos habilita a
darnos cuenta en qué medida y hasta donde estas consecuencias nos podrían
afectar, ya sea negativamente o positivamente, si es que trabajamos en nuestro
favor.
Verónica Saucedo
No hay comentarios:
Publicar un comentario